
(Fonte foto: Pressenza . International Press Agency)
Un sínodo más, y ahora ¿qué se puede esperar? Los sínodos han movilizado la vida de la Iglesia, no hay duda, pero no siempre han dado los frutos esperados, muchas de sus propuestas e intuiciones fueron quedándose en el tiempo, olvidadas o superadas por otros temas y urgencias nuevas. Ha sido importante, en este caso como en otros, el juntarse en torno a una temática urgente y lacerante: la ecología integral, el cuidado por la naturaleza y los más pobres y abandonados. Ha sido significativo el clima y el trabajo en sintonía fraternal/sororal, la actitud sincera de escucha de clamores, de variadas visiones, del Espíritu impulsando nuevos caminos y sosteniendo procesos reales de conversión personal, social y estructural, mediante el ejercicio del discernimiento y la interpretación teologal de los signos de los tiempos. Como siempre, queda la experiencia vivida y el testimonio de un Documento, a la espera de la acogida por parte del papa Francisco y de la recepción de toda la Iglesia. Esperemos que no sea un Documento más para leer, analizar, criticar sin que se deje lugar a verdaderos ecos y transformaciones en la vida personal, eclesial y social.
El Documento, con claridad expresiva y programática, se pone en la línea pastoral y profética del Vaticano II, del caminar latinoamericano y caribeño; dejándose urgir por los clamores de la realidad, busca dar inspiraciones sapienciales y proféticas e impulsa toma de posiciones en la Iglesia y en la sociedad, para dar lugar a un cambio paradigmático en la vida y en la comprensión de toda realización humana. El Sínodo asume, e invita a asumir, un cambio de paradigma, como ya lo ha hecho el papa Francisco en Laudato Si’, «abrazar y practicar el nuevo paradigma de la ecología integral, el cuidado de la “casa común” y la defensa de la Amazonía» (SA, n.4), subrayando que «con la ecología integral emerge un nuevo paradigma de justicia» (SA, n.66; cf. LS, n.49) y, sobretodo, que «la ecología integral es el único camino posible, pues no hay otra senda viable para salvar la región» (ib.).
Las propuestas e invitaciones sinodales a impulsar caminos nuevos y procesos de cambio están sostenidas por una visión relacional de la vida y de la misma propuesta creyente. Se percibe una realidad plural e intercultural, con sus valores más ancestrales y con los dolores de siempre y los más actuales. La Iglesia, desde su perspectiva cristiana y evangélica, como ha hecho otras veces a lo largo de la historia, reconoce sus aciertos y desaciertos, y se compromete, una vez más, a estar del lado de la realidad más débil e indefensa, quiere ponerse al servicio de la misma siendo una Iglesia samaritana, magdalena y mariana, de discípulos/as misioneros/as, al servicio de la inculturación de la fe, en un contexto interreligioso e intercultural, para que la vida amenazada sea defendida, cuidada y promovida en la línea del «buen vivir» para un «buen hacer».
El Sínodo propone una serie de acciones que podrían clasificarse al menos en tres categorías: novedades, cuestiones generales y particulares. Todas ellas tienen como trasfondo: hacerse cargo, con respeto y mediante el diálogo, de las poblaciones amazónicas, especialmente de las fuertes migraciones, de los grupos indígenas, del ecosistema y su biodiversidad, del presente y futuro de los jóvenes. Desde aquí, se busca promover:
a) Novedades: «ministerios para hombres y mujeres de forma equitativa […] la ministerialidad y, sobre todo, la conciencia de la dignidad bautismal» (95); «[en la mujeres] su liderazgo en el seno de la Iglesia, y que ésta lo reconozca y promueva reforzando su participación en los consejos pastorales de parroquias y diócesis, o incluso en instancias de gobierno» (101); «la promoción, formación y apoyo a los diáconos permanentes, por la importancia de este ministerio en la comunidad» (104); «establecer criterios y disposiciones de parte de la autoridad competente, en el marco de la Lumen gentium, n. 26, de ordenar sacerdotes a hombres idóneos y reconocidos de la comunidad» (111); «[la revisión] del Motu Propio Ministeria quedam, para que también mujeres adecuadamente formadas y preparadas puedan recibir los ministerios del Lectorado y el Acolitado, entre otros a ser desarrollados» (102); «comités de traducciones y redacción de textos bíblicos y litúrgicos en las lenguas propias de los diferentes lugares» (118); «una Universidad Católica Amazónica basada en la investigación interdisciplinaria, en la inculturación y en el diálogo intercultural» (114). Como se puede apreciar se trata de propuestas que no hacen más de intentar dar lugar a cosas que en la búsqueda sincera de renovación de la Iglesia vienen desde hace tiempo proponiéndose sin encontrar mayor eco al momento de las concreciones. Quizás sea hora de recordar que la ministerialidad de la Iglesia es un don de Dios puesto al servicio de la vida creyente, no es un estado fijo sino un encargo ministerial, por ende, es discernido a la luz del llamado de Dios y del reclamo de la realidad. De aquí resulta su pluralidad, su variedad en la conformación y en su permanencia en el tiempo.
b) Cuestiones generales: (eclesiales) «una verdadera conversión integral, con una vida simple y sobria» (17); «comunidades vivas que trabajen en equipo y en red al servicio de la evangelización» (21); «un mayor impulso misionero entre las vocaciones nativas» (26); «el anuncio inculturado que genera procesos de interculturalidad, procesos que promueven la vida de la Iglesia con una identidad y un rostro amazónico» (55); «una cultura de diálogo, de escucha recíproca, de discernimiento espiritual, de consenso y comunión para encontrar espacios y modos de decisión conjunta y responder a los desafíos pastorales» (88); «los contenidos académicos disciplinas que aborden la ecología integral, la eco teología, la teología de la creación, las teologías indias, la espiritualidad ecológica, la histórica de la Iglesia en la Amazonía, la antropología cultural amazónica, etc.» (108); (socioculturales) «la educación en salud preventiva y ofrecer asistencia sanitaria en lugares donde la asistencia del Estado no llega» (58); «[Es preciso exigir a los gobiernos] la implementación de una educación pública, intercultural y bilingüe» (59); «una cultura comunicativa que favorezca el diálogo, la cultura del encuentro, y el cuidado de la “casa común”» (60); «una cultura de paz y respeto – no de violencia y atropello – y una economía centrada en la persona que además cuide de la naturaleza» (73); «la educación en ecología integral en todos los niveles, promover nuevos modelos económicos e iniciativas que promuevan una calidad de vida sostenible» (84). Como se puede apreciar se apunta a un cambio en el horizonte de comprensión y de acción, por medio de la generación de un estilo de vida que sea capaz, mediante procesos de educación integral, de generar una cultura plural y dialógica.
c) Cuestiones particulares: (eclesiales) «la creación de estructuras en armonía con el cuidado de la creación» y «una conversión pastoral basada en la sinodalidad, que reconozca la interacción de todo lo creado» (18); «el ministerio de acogida en las comunidades urbanas de la Amazonía para la solidaridad fraterna con los migrantes, refugiados, personas sin hogar y personas que han abandonado las zonas rurales» (36); «una red itinerante que reúna los distintos esfuerzos de los equipos que acompañan y dinamizan la vida y la fe de las comunidades en la Amazonía» (40); «(la creación de) una red de comunicación eclesial panamazónica, que comprende los diversos medios utilizados por las iglesias particulares y otros organismos eclesiales» (61); «crear ministerios especiales para el cuidado de la “casa común” y la promoción de la ecología integral» (82); «creación de un observatorio socioambiental pastoral, fortaleciendo la lucha en la defensa de la vida» (85); «una vida consagrada con identidad amazónica, fortaleciendo las vocaciones autóctonas […] la inserción y la itinerancia de los consagrados, junto a los más empobrecidos y excluidos. Los procesos formativos […] incluyendo el enfoque desde la interculturalidad, la inculturación y los diálogos entre espiritualidades y cosmovisiones amazónicas» (98); «redimensionar las extensas áreas geográficas de las diócesis, vicariatos y “prelacías”; crear un fondo Amazónico para el sostenimiento de la evangelización; sensibilizar y estimular a las agencias internacionales de cooperación católica para que apoyen más allá de los proyectos sociales a las actividades de evangelización» (112); «crear un organismo episcopal que promueva la sinodalidad entre las iglesias de la región, que ayude a delinear el rostro amazónico de esta Iglesia y que continúe la tarea de encontrar nuevos caminos para la misión evangelizadora, en especial incorporando la propuesta de la ecología integral, afianzando así la fisonomía de la Iglesia amazónica» (115); (socioculturales) «la creación de una red escolar de educación bilingüe para la Amazonía» (62); «desarrollar programas de capacitación, sobre el cuidado de la “casa común”, que deben ser diseñados para agentes pastorales y demás fieles, abiertos a toda la comunidad, en “un esfuerzo de concientización de la población”» (70); «políticas de inversión que tengan como condición para toda intervención, el cumplimiento de elevados estándares sociales y medio ambientales y el principio fundamental de la preservación de la Amazonía» (71); «el desarrollo de políticas energéticas que logren reducir drásticamente la emisión de dióxido de carbono (CO2) y de otros gases relacionados con el cambio climático» (77); «la creación de un fondo mundial para cubrir parte de los presupuestos de las comunidades presentes en la Amazonía que promueven su desarrollo integral y autosostenible» (83). Como se puede apreciar, en coherencia con los análisis de partida y los enfoques generales, se dan también algunas pautas concretas que posibiliten realizar un cambio en las configuraciones personales y estructurales de la vida de la Iglesia y de la sociedad, sin ellos, todo quedaría en mera proclama, por ende no sería más que una nueva traición al clamor de los pobres y de la tierra.
Puede parecer demasiado ambicioso todo este panorama de propuestas, pero, de todos modos, será la recepción en y desde la realidad concreta la que ayudará a implementar las cosas más necesarias y urgentes, y además ir madurando aquellas para las cuales se precisará sin duda mayor discernimiento y profundización. En definitiva, se espera que se den pasos concretos para que se pueda realizar una «Iglesia con rostro amazónico y en salida misionera» (SA, n.120).
p. Antonio Gerardo Fidalgo, CSsR
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2 commenti
Fabuloso. Parece que el Sínodo terminó fuertemente canalizado hacia la ministerialidad. Faltó la propuesta de renovar el mandato recibido por Adán de cuidar el creado y relacionarse con las plantas y los animales por su nombre.
Por lo visto este ha sido un Sínodo eclesiológico, así parece por lo que se sabe de su desarrollo y del Documento final, siendo esta su fuerza y debilidad. La preocupación ha sido no tanto la naturaleza como la ecología integral, esto es, el clamor de la tierra y del pueblo amazónico, subrayando las relaciones que hay entre ellos y las tensiones que se verifican, internas y sobre todo a partir de acciones foráneas cuyos intereses no son, al parecer, el cuidado integral de la vida. Por otro lado, supone toda la fundamentación ya ofrecida en Laudato Si’, buscando solo animar un proceso de conversión integral «para que la vida plena que Jesús vino a traer al mundo llegue a todos, especialmente a los pobres, y contribuya al cuidado de la “casa común”» (SA, n. 120). De allí se comprender que las novedades estén más en el plano de la conversión eclesial sin dejar de lado los aspectos socioculturales, queriendo «abrazar y practicar el nuevo paradigma de la ecología integral, el cuidado de la “casa común” y la defensa de la Amazonía», lo que «empuja a una conversión profunda de nuestros esquemas y estructuras a Cristo y a su Evangelio» (SA, nn.4-5). (p. Fidalgo)