Una invitación a todos a la santidad en la vida cotidiana

Una invitación a todos a la santidad en la vida cotidiana

Santidad: realidad que atrae y abruma. Quisiéramos adentrarnos al tema partiendo de la exhortación papal Gaudete et Exsultate (GE-2018), pero en relación con algunos elementos de la espiritualidad redentorista, pues estos están en íntima relación con la moral alfonsiana.

El Papa pretende una renovación fundamental en el estilo de vida de los cristianos, de modo que pueda ser creíble y comunicable como una verdadera buena noticia para el mundo de hoy. Parece que Francisco muestra una clara conciencia de que sin una nueva forma de enfrentar los desafíos del presente (praxis) y de discernirlos en profundidad, para vivirlos en la vida diaria, de una manera nueva y alternativa (espiritualidad), nada de lo que se hace tendrá un poder transformador real a largo plazo. Para ello, vuelve a proponer el talante de la «alegría», fuente y expresión de la vida cristiana. Lo hace desde dos claves teológicas: la prioridad de la gracia y la direccionalidad de la enseñanza fundamental de Jesús.

Para desandar este diseño, lo primero es dejar falsas garantías, miedos y cerrazones, y dejarnos llevar por la dinámica de la gracia, para que nos lleve a sentir, ver, discernir y actuar de acuerdo con su impulso y su direccionalidad. Es por eso que el Papa invita a cada uno a este proceso: «deja que la gracia de tu Bautismo fructifique en un camino de santidad» (GE 15). Ya podemos intuir que la santidad no es un estado, ni estático ni ideal, sino una forma de vida que hace que la vida sea fructífera. Se trata de dejar emerger lo mejor, para mejorar cada uno y la realidad social (cf. GE 11). El Papa a menudo se dirige a cada uno directamente (cf. GE 14;25;34). Al mismo tiempo, habla de una santidad que ocurre en el corazón de un pueblo, de una comunidad, porque «la santificación es un camino comunitario» (GE 141). Es personal pero es comunional, nadie es o se convierte en santo prescindiendo de los otros o a expensas de otros, sino junto a otros (cf. GE 6). El objetivo del Papa es recordar que «todos estamos llamados a ser santos» (GE 14) y «cada uno por su camino» (GE 11). Esto es muy alfonsiano. La espiritualidad redentorista se basa en la convicción de que todos han sido redimidos en Cristo y que el servicio misionero no es otra cosa que despertar, formar y acompañar a las personas en la cotidianidad de sus vidas (cf. GE 16;109;145), para que haciendo una opción por seguir los pasos del Redentor, descubran este llamado y puedan vivirlo a través de un trato familiar con Dios en la práctica de amar a Jesucristo (cf. GE 85;111;145).

Los Redentoristas, porque siguen a Jesucristo Redentor y continúan su praxis liberadora, tienen en él su centro configurador. Tienen como modelo discipular a María, la figura perfecta de libertad y liberación. Tienen como fuente primaria la Palabra, primer y decisivo libro de espiritualidad. Y finalmente, tienen como principal objetivo la «Práctica de amar a Jesucristo». Para llevar a cabo este programa de vida, en la dedicación y misión (consagración) de cada día, tienen cuatro canales a través de los cuales se concreta la espiritualidad redentorista y, por ende, la teología moral: 1) Jesucristo Redentor; 2) la misión; 3) la oración; 4) La opción preferencial por los pobres más abandonados. No podemos profundizar estos canales, pero ellos ya indican un camino a seguir. Terminamos con una nota de S. Alfonso: «Toda santidad consiste en amar a Dios, y todo amor por Dios consiste en hacer su voluntad» (Práctica de amar a Jesucristo, nn. 21-22)

 

p. Antonio Gerardo Fidalgo, CSsR

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