El inicio de la década del 60, del siglo pasado, desde la memoria histórica, fue un tiempo marcado por grandes desafíos. Fue un tiempo donde la paz había sido nuevamente puesta a prueba; los olvidos y marginaciones de la mayoría de la humanidad estaban a la orden del día, mientras una parte quería ir en búsqueda del progreso; las Iglesias estaban caminando muy diversamente, buscando caminos de renovación en medio de grandes resistencias. A 60 años, sin que la historia se repita, lamentablemente nos encontramos con desafíos muy similares. Pero ciertamente no estamos en iguales o peores condiciones. Sea en la historia de nuestro mundo que en nuestras comunidades eclesiales, mucho ha ido cambiando; cierto, no sin tensiones, avances y retrocesos. Una celebración no es solo ni primariamente para despertar o desencadenar nostalgias, más bien es para asumir el camino recorrido –con sus luces y sus sombras- y seguir apuntando a mejores procesos de fidelidad creativa, en orden a seguir siendo -desde la fe cristiana- un lugar de diálogo, colaboración, servicio y solidaridad. Recientemente, en el contexto de esta celebración, el papa Francisco, hacía un llamado a no ceder «a la tentación de la polarización», y a que «superemos las…