«Solamente atrae una teología bella, que tenga el aliento del Evangelio y no se contente con ser meramente funcional».
Fidalgo / 24 Gennaio 2020

  El 2 de diciembre de 2019, murió un gran teólogo-profeta del siglo XX, Johann Baptist Metz (1928-2019), con él aprendimos que no se podía hacer teología a espaldas de Auschwitz, porque aquel holocausto cargaba con la fuerza simbólica de ser ese dolor silente de todos los pobres y explotados del mundo, así nos enseñó a hacer teología en diálogo, crítica, profética, sapiencial, una teología que se hacía cargo de su responsabilidad ante Dios y de cara a la historia (des)humana. Nos enseñó a que no se podía hacer una teología impasible, cómplice y burguesa, pues debía ser siempre memoria subversiva, peligrosa, que se atreviese a sacudir las consciencias y abrir senderos de futuros posibles. En fin, nos impulsaba a superar la crisis secular, asumiéndola y llevándola a senderos inesperados de humanidad plena, en interrelación con todas las tradiciones religiosas y culturales. En este contexto de memoria agradecida y comprometida, nos cae esta frase de nuestro título pronunciada por el papa Francisco, en el Discurso con ocasión del 50° aniversario de la Comisión Teológica Internacional (29.11.2019), es una afirmación que interpela a todo quehacer teológico. «Teología bella», esplendor que atraiga y no que ciegue y obnubile, siempre con sabor y…